Esta experiencia revela que el Espíritu Santo es como un rumbo resistente y osado, es proponer, nos trae fuerza y nos trae arbitrio: rumbo robusto y libre. No se puede controlar, detener ni valorar; y ni siquiera predecir su dirección. No se deja enmarcar en nuestras exigencias humanas — nosotros tratamos siempre de enmarcarlo todo—, no se de